El viaje

viernes, 26 de marzo de 2010

 

Solo el traqueteo del vehículo es palpable para mí. Mi sueño de escapar a esta guerra cada vez se hace más inalcanzable. Un pasajero ha entrado llorando lágrimas de silencio. Me acerco a él, le pregunto que le ocurre. Con una mirada de terrible dolor me informa que su hijo ha sido apresado en el norte, mientras caminaba tranquilamente por las calles de la capital...por el ejército revolucionario. Mis peores sospechas se confirman: no podré escapar.

Aquel hombre viaja al norte para interceder en favor de su hijo e intentar salvarle del "terrible" cargo de ser profesor de universidad con ideas antirrevolucionarias. El anciano me mira, esperando palabras de consuelo con unos ojos demasiado gastados por el paso de los años. Me mira sin ver, sus ojos se han cegado junto con la libertad de su hijo. Le digo que todo irá bien, que el mundo no se acabará esta vez...Ojalá estuviera tan seguro de mis palabras. Todo lo contrario.

A ella no le puedo decir nada...ha dado tanto y renunciado a otro tanto por mí que no puedo manchar la ilusión de acabar con la guerra y vivir en paz. Se que en cuanto baje de este tren, mi sentencia de muerte estará firmada.

Ella...aún no puedo creer lo feliz que me hace esa mujer. La vida me sonrió antes de clavarme el puñal de esta maldita revelión en la espalda, antes de destruir mi hogar y mi futuro, mi porvenir y mi familia. Ella es lo que me queda, y no voy a perderlo.

Quizá encontremos la paz...pero no será antes de bajarme del tren.

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