sábado, 17 de agosto de 2013

 

Silencio


Víboras de mar lamen mis muñecas. Se alimentan de mi desesperación y duelo.

Como inevitable susurro de río angosto, se extiende por mi cuerpo una lúgubre y punzante señal de dolor atenazante que me hiere el alma. 
Ha desaparecido. 
Se ha ido a donde no puedo seguirla.

Mis heridas no sanan. La marea me mueve con su compás de barlovento, llevándome a la orilla de una playa sin nombre.

Pero yo no escucho nada.

El pelo se enmaraña en mis ojos, como si intentase protegerme de este mundo sin sentido. 

Pero fracasa.

La luz de un sol indiferente me despierta la cara. Un sol gris, tenue e indiferente.

Intento moverme, como recurso a saber si sigo vivo o muerto. 

Mis manos no responden, no rugen, no aman.



0 comentarios: